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Al final no sabremos ni quién somos
Confusos entre tantos disfraces.
Disfraces para convencer a otros y a nosotros mismos.
Disfraz de amiga comprensiva y tolerante.
Disfraz de hija modélica y trabajadora.
Disfraz de madre superwoman que nunca se cansa.
Disfraz de mujer desinhibida y buscando.
Disfraz de novia complaciente y que trae la felicidad.
Disfraz de estar de vuelta de las relaciones y tener terribles heridas que impiden amar.
Todos los disfraces sirven para lo mismo.
Ocultan el miedo.
El miedo nos acecha.
A todos.
Miedo a que mis amigos se den cuenta de que a veces no los entiendo, incluso a ratos me cargan y me aburren.
Miedo a que mis padres se enteren de que tengo un lado oscuro y a veces hago cosas oscuras.
Miedo a que mis hijos ( y sobre todo las madres de los otros niños ) piensen que no soy tan super activa como parece y que estoy al borde del agotamiento.
Miedo a que los tíos que conozco sepan que lo de la promiscuidad alegre no me hace la menor ilusión, y me juzguen de sosa o aburrida.
Miedo a que mi novio se dé cuenta de que no puedo cumplir todas sus expectativas y de que tengo mil fallos o más.
Miedo a que me hagan daño, a perder de nuevo, a no encontrar el rumbo, a dejarme llevar por alguien que me cuide y volverme vulnerable.
Mejor menos disfraces y más compartir las inquietudes.
Mejor menos disfraces y más sinceridad.
Mejor menos disfraces y más amor.






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