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Cansada de maniobrar para que los que se saltan las normas no se peguen hostias. Cansada de las obras que no tienen fin, de los finales abiertos. Cansada de las personas que se cierran en banda y proclaman: ‹‹Es que yo soy así››. Pues muy bien, vas a ver cómo soy yo. O igual ni lo ves.
Cansada de la maldad ajena. Qué pena. ¿Por qué la gente no vive y deja vivir? ¿Tan complicado es ser feliz? Cansada de los que están cansados de su rutina y pagan su enfado con el de al lado. Iros a un retiro o retiraos. Cansada de los dimes y diretes, del circo y sus enanos, de los papeleos que desgastan, de los que gastan sus fuerzas en destrozar a los demás. Cansada de la burocracia y de los que no tienen ni puta gracia.
Cansada de los NO TOCAR, NO PASAR, NO SENTIR. Por Dios, qué hartazgo. Las prohibiciones me desesperan. Las esperas, también. Cansada de los que se van sin dar explicaciones. Voilà. ¿No sabéis hablar? El silencio como respuesta se me hace bola. Cansada de las excusas que consumen y no suman. Cansada de echar el resto y de los que restan. Cansada de querer y no poder.
Cansada de las brujas disfrazadas de hadas. De las jaulas cerradas. De los que no dan pero no se cansan de pedir. Cansada del estrés. De los amores exprés. De amar a medias. De vivir deprisa. De la aguja y el pajar. Cansada de estar cansada. En serio, yo solo quiero una ventana con vistas al mar.
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