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Si algún día alguien llega a tu vida, enamórate de sus fallos, enamórate de las cosas que no compartes.
No te enamores de una sonrisa, ni de unos ojos brillantes. No te enamores de un bonito físico, ni siquiera de una risa contagiosa, no te enamores de su inteligencia, de sus momentos brillantes, ni de su amabilidad, ni tan siquiera de una forma original de comporportarse.
No te enamores mientras la observas comiendo un rico helado, mientras cierra los ojos y la punta rosada de su lengua lame sus labios.
Ni te enamores cuando siguiendo un impulso te besa deliciosamente la boca. Ni cuando su mano, acaricia tu cara mientras te mira soñadora... no te enamores de sus momentos de pasión, cuando tú cuerpo muere entre sus brazos de placer, en ella, con ella, dentro de... ¡tantas cosas bonitas! Que no te enamoren.
Enamórate de sus cambios de humor, de sus días complicados, de los días en que su impaciencia hace su entrada triunfal, para llevarte de cabeza, a su caos interior. Enamórate de sus días tristes, del sarcasmo encerrado en algunas palabras, del mal genio, de sus fracasos y caídas, enamórate de la persona que es, completamente, porqué nadie es perfecto.
Y nunca, nunca construyas un pedestal para ella, déjala andar, retozar si le apetece revolcarse en la arena, descalza por la madre tierra.
No la idealices, no esperes que siempre esté en lo alto, que cumpla expectativas. No lo hagas...
Que no hay mayor dolor para una persona que romperse al caer del lugar donde tú mismo la colocaste.

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