Observo, llevo días así, observando las grandes y pequeñas cosas de la vida. Observo las nubes pasar por este cielo grande observo el devenir de los pájarillos que habitan entre los cables de la luz y que alegran las mañanas con sus trinos.
Observo como los arboles crecen y algunos empieza a tornar su tono amarillento en un tímido verde.
Observo mi imagen en el espejo, a mis ojos hipermetropes y miopes les han salidos unas interesantes comillas en las que se suman más risas que penas porque a pesar de la tristeza, del dolor, de la nostalgia que pueda anidad en mi corazón mis ojos siempre sonríen al toparse con alguien, a pesar de los años los enmarcan mis gafas de cristales ultrareducidos que me cuestan un riñón.
Observo esas arruguillas y pienso que me hacen interesante y quizás un poco más sabia.
Observo como en mi corazón me han moldeado el carácter. Observo como la ternura sigue corriendo por mis venas y como me sigo sorprendiendo cada amanecer por la llegada de un nuevo día.
Observo mi vida, sencilla y llena de matices.
Observo mi casa que cambia conmigo y traen paz y sosiego a mi alma en los días en los que no soy persona para andar con gente.
Observo mis libros, esas otras vidas en las que me pierdo y que son parte de la persona que soy.
Observo las orquídeas de la ventana, esas que a pesar de renegar de que no me gustan las flores, cuido con mimo, a las que les cuento mis penas y alegrías mientras las riego, a las que les canto mientras ensayo y en las que pierdo mi mirada mientras me tomo el café de la mañana.
Observo el paisaje que me rodea y que está anclado en el tiempo y es atemporal. Siguen las mismas casas que cuando era pequeña, algunas están cerradas, otras han cambiado de dueño y las otras las habitan los vecinos de siempre.
Observo este pino centenario que me ha visto crecer, madurar, soñar y que me sigue susurrando historias nuevas para contar.
Observo y me diluyo en mis pensamientos.
Observo curiosa dando gracias por no haber perdido la capacidad de seguir mirando de frente y a los ojos a la vida.
Tengo los abrazos guardados en una espera sin fecha de caducidad. Tengo los besos dibujados sobre mi ventana para besarte sobre el cristal cuando me asomo a ver el sol.
Aprendo por las noches a sentir las caricias de unas manos inventadas
para no olvidar el calor que produce el contacto de la piel.
Y en cada amanecer me concentro en tu sonrisa esperando que llegue ese día,
el día en que nuestros ojos se encuentren
y nuestros corazones libres
puedan amar otra vez.
Me detengo en tus ojos
y siento que es en tu mirada
donde quiero quedarme.
Contemplo tu sonrisa
como si el tiempo se detuviera,
mientras me pierdo en tus gestos.
Y al observarte
me invade el impulso
de permitirme soñar...
confío en que al despertar
sigas aquí
envolviéndome con tu abrazo.
Alzar la vista y observar tu figura a través del cristal...
mientras se dibuja un corazón en el vaho que tu boca genera al pretender besar mi boca...
Nuestras manos como en un espejo intentan en vano atravesar la frialdad del vidrio y sentir el calor que nos provoca la cercanía.
Desvío los ojos y busco las agujas de un reloj que me devuelve a la realidad...
Y en ese preciso instante sé
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